Fye
   Lo primero que hice al llegar a casa fue ducharme. Un poco más relajada, me serví un vaso de licor de café al chocolate, agarré un par de muffins rellenos, algunos donuts, y salí al balcón. Era, y es, una linda noche: silenciosa, viento fresco, algo nublado a pesar que se pueden ver algunas estrellas.
   Abajo no hay nadie, la puerta de la vecina amarga está abierta y se ven las luces, pero nadie sale ¿Yo? Miro. Tan sólo eso.

Resultado: mareo por tomar un vaso de licor con el estómago vacío. Recordar para la próxima.
Fye

Una lágrima solitaria cae sobre la borra del café.

   A veces la encuentro indecisa, sin saber con seguridad lo que debería hacer o pensar.
   La escucho maldecirse por escoger repetidamente un único camino y tropezar a plena conciencia con la misma roca; soñar sus miedos y despertar entre el sudor frío de la desesperación, sin ser capaz de respirar correctamente, mareada, asustada; devolver palabras que sabe jamás podrá decir en voz alta y clara.
   La veo huir del peligro que acecha en los pequeños desvíos y ocultarse tras mantos invisibles que la disfrazan; paralizarse en una guerra a dos voces 'No te muevas, morirás', 'Es tu imaginación, es necesario superar'; buscar respuestas a situaciones hipotéticas que no puede hacer a un lado sin comprender cuán inútil es realizar la tarea con los ojos vendados.
   La siento gritar en silencio por un dolor físico sin causa, indescriptible e imposible de eliminar; llorar en secreto durante semanas de insomnio deseando ser alguien más; explotar una y mil veces por dentro, guardando todo para sí, cerrarse y demostrar que nada le sucede.
   A veces la encuentro determinada a olvidar; a caminar por callejones de cuadros que detesta y fingirlos inexistentes; a convencerse que vivir la fantasía "Jamás nada de esto te afectó" es posible y real.
   Es entonces cuando la veo dejar descansar las arrugas de su frente con una sonrisa en el rostro, comprendiendo que los problemas son sólo malas ideas a las que damos cuerda.
   Es entonces cuando la escucho comenzar en un susurro el canto que finalizará con estupor; respirar con calma al soñar cosas que al otro día no recordará, pues son trivialidades con el fin de hacerla descansar.
   Ahora, la veo estancarse nuevamente en una esquina bien conocida, sin cartel de direcciones; mirar hacia ambos lados aun conociendo el camino correcto, asustada de poner un solo pie sobre él.
   Ella bien lo sabe: cada vez está más cerca, pero el miedo la cega por completo.
   Ella bien lo sabe: conmigo encuentra un espacio sólo para ella, donde logra vislumbrar su ego extraviado, tranquilizarse, hablarle, comprender la necesaria preparación de un cambio.
Fye
(abro paréntesis)

Una boquita pintada ve pasar.

Punto uno: soy mujer.
   ¿Quién dice que todas debemos lucir igual? No hay una ley que establezca como primer tarea femenina del día "Maquillarse". No critico a quienes lo hacen, aunque debo admtir que muchas se exceden y es inevitable tener que disimular una carcajada. Labiales, delineadores, sombras, son opciones; rechazarlas no nos convierte en seres extraños. Por tanto les digo: dejen de mirarme como un fenómeno, pues no lo soy.

Una silueta bien marcada ve caminar.

Punto dos: me gusta sentirme cómoda.
   Si ellas se sienten a gusto con sus vestimentas y nadie las critica por ello, no me molesten a mí entonces. Si recurro a los pantalones de varón es porque no hay casi en el mercado variedad: todos chupines, todos elastizados o increíblemente ajustados; tiro medio (observen que ahora es bastante por debajo del ombligo) o bajo (seré clara: te sentás y todos te ven el culo). Me gusta tener bolsillos y sentirme libre, no un matambre andante.

Un maniqui ve posar.

Punto tres: disfruto de mis intereses.
   Por favor, que un alma caritativa me explique: ¿Qué tiene de malo ver modelos de mouse en vez de buscar ese par de botas carísimo que muchísimas quieren tener, o averiguar cuánto cuesta una placa de video en vez del precio de ese "lindo" tapado que está en la vidriera contigua?
   No me convierte en una autista enferma preferir una buena taza de café mientras juego a los videos un sábado por la noche a salir a un boliche donde me sienta afixiada sin respeto alguno por el espacio o decisión personal. Si voy a salir: bar o teatro y si tengo ganas, muchas gracias.

Dos muchachas ve conversar.

Punto cuatro: lo que yo veo SÍ es divertido para mí.
   No tengo problema con quienes disfrutan saber quién es la nueva pareja de fulanito/a que solía ser de tal, ni de seguir la telenovela de X peléandose con Y que, por cierto, dentro de dos meses son mejores amigos/as o novios. Ahora, si me fulminan con la mirada diciéndome "¿Y vos qué sos? ¿Un alien mal parido?", entonces sí les diré "Prefiero ver un docuemntal de, justamente, aliens o programas de electrónica e informática, una buena película que ya vi millones de veces o una insoportáblemente aburrida a la cual ni siquiera presto atención, antes que creerme completamente culta porque sé que X se peleó con Y, empezó a salir con Z y se mudaron a Quiquilandia".
   Díganme inmadura si lo desean, y sigan observándome como tanto les gusta, porque disfruto ver dibujos y películas animadas. Al menos no me da verguenza decir "YO voy al cine a ver esas películas", no voy a acompañar a mi sobrinito que la quería ver...
   Una cosa más: si ustedes escogen ver culos, gomas y teledramas en Tinelli frente a sus hijos ¡Menores! y siguen creyendo que yo soy la retrasada... bueno, creo que no tengo mucho más para decir.

Un par de chicas esqueléticas ve andar.

Punto cinco: hago lo que necesito.
   No lo voy a negar: a veces no almuerzo, a veces ceno café con leche y galletitas. Eso no me convierte en anoréxica o bulímica. Si no como al mediodía es porque en verdad no tengo habre y sé que lo que sea que entre a mi estómago va a caer como una bomba. Es mejor ingerir un par de galletitas a pasar una semana con malestar estomacal. Si fuese bulímica, por favor no tendría dientes.
   ¿Quieren cuidar de alguien con desórdenes alimenticios? Llegaron tarde. Ahora no me rompan las pelotas. Si me quiero mandar un buen sandwich completo y luego un alfajor triple torta, ¡lo hago!

Una mujer algo despeinada ve suspirar.

Punto seis: ¿Y qué?
   ¿Y qué si me habría encantado trabajar en un taller mecánico? ¿Y qué si quiero estudiar robótica? ¿Y qué si me gustan los juegos de tiros y autos? Los jugaba de chica también. No es que nunca haya agarrado una muñeca tampoco, pero mucho más divertidos eran los micromachines.

Punto siete: ¡Sigo siendo mujer!

(cierro paréntesis)
Fye
Suave, clara, cremosa; la superficie es tentadora. Al sujetar la taza con las manos, ambas, heladas como el hielo, se regocijan ante la calidez de la vasija. Los vellos de los brazos y cuello se erizan con la llegada de ese cosquilleo que produce la diferencia de temperaturas.
Incluso, al cerrar los ojos puedo ver la energía calórica siendo absorbida por mi mano con delicadeza, avanzando con lentitud mientras relaja todas mis articulaciones; por las muñecas, los codos, los hombros, llega a la columna vertebral e, inconscientemente, enderezo la postura encorvada y tensa a causa del frío. Siento un "no sé qué" en la cadera y, acto seguido, todo el peso depositado en las piernas y pies desaparece, y pasan a ser una mera extensión del cuerpo que cuelga sin preocupación alguna.
Donde llega por último, es a la cabeza. La frente se despide de las arrugas y deja a las cejas en libertad. Un pequeño dolor me invade la sien, pero es expulsado inmediatamente en una profunda exhalación que termina con todo este proceso.

Han pasado tan sólo unos segundos hasta que levanto los párpados y observo la espuma del café, la cual he de mirar con curiosidad. Jamás probarás dos con el mismo sabor. La más mínima diferencia en cantidades de componentes hará que cambie por completo. Es entonces, luego de ese despertar de intriga, cuando no queda más que saborear la superficie para conocer lo que nos espera debajo de ella: el verdadero color, el verdadero sabor y textura... lo que se oculta bajo esa pequeña capa de protección.
Fye
Escrito el 15/4

----

Ella tiene diversas formas de tomarme. Casi todas las mañanas no me presta atención alguna, sino que bebe apresurada para sentirse más despierta. Hoy, sin embargo, la noto diferente. Son las 11.23, un horario inusual para llamarme, y me prepara con muchísima energía; "Cansancio" no es la razón. Vierte el agua restante, mezcla el contenido y me lleva a su lugar de trabajo. Dando un suspiro, se aferra a la taza. Sus manos parecen débiles a pesar de la fuerza con la que sujeta la vasija. Dos segundos, tres, cuatro, quince, treinta y dos... Da el primer sorbo fijando sus ojos en mí ¿Tristeza? ¿Preocupación? Hay algo más que eso, un ingrediente que no logro descubrir por mucho que la observe. Por lo general, su mirada me dice todo lo necesario para entregarle lo que desea, desde una simple sensación de calidez hasta la de un abrazo de esos que tanto le gustan y poco recibe. No la pongo en papel de pobre chica, la verdad es que los rechaza en muchas ocasiones, nunca me contó el porqué aunque creo saberlo. De todas formas, eso no viene al caso.
Esta vez, me está llevando un buen tiempo descubrir qué le sucede. Cada vez que deja la taza sobre la mesa, siento cómo tiembla por dentro mientras reprime miles de suspiros. Se rehúsa completamente a responder mis preguntas, manteniendo un silencio absoluto como si intentara alejarme a pesar de haberme llamado. Sé que no es cierto gracias a la poca cantidad de mí que toma en cada trago, incluso sintiéndome ya frío sigue bebiendo. Tengo que cambiar mi objeto de búsqueda, veré su entorno. Observo cómo reacciona a los olores, a los ruidos, a las personas que pasan... ¡Eso es! Casi la tengo, hubo una pequeña reacción al ver a alguien. Una vez más me vuelvo hacia ella, sus pensamientos son como el mar cuando está picado, emergen como olas y colisionan contra rocas que sólo hacen todo el proceso un poco más doloroso. Entiendo la razón, puedo calmarla a pesar de saber a tierra mojada. "No les hagas caso, no los conoces, que no te afecte. Quienes realmente te importan sí te valoran, sí te toman en serio."


¿Su razón? Un sentimiento: "Humillación".
Fye
Porque para todo en la vida hay una excepción, hoy el café me supo agrio.
Fye
Nunca había entrado al bar de la esquina que veo siempre al ir a la estación de tren: Daragiela. Frente a la plaza de Merlo, en el cruce de Rivadavia y Juncal, un lugar elegante y económico. Lo primero que llamó mi atención al ingresar fue el decorado de la barra de bebidas ubicado en el centro del local. La textura me recordó a un precipicio con sus piedras irregulares pero, éstas, de tonalidades doradas que se mezclan con el marrón y el negro de las sombras. En la barra, las copas colgaban de su techo con gracia.
Las sillas y mesas son de madera cubierta con esmalte negro. En los bordes de los muebles se puede apreciar la pintura saltada debido al desgaste que produce el paso del tiempo, ¡pero no le quita el atractivo! Los tapetes, de tela parecida al terciopelo, rojos con detalles dorados. Las cortinas: naranjas, ¿qué más puedo decir de ellas?
Pedí un cappuccino daragiela, el cual supuse era la especialidad de la casa, no me dí cuenta de consultarlo. La primer capa contiene café con leche, la segunda chocolate (éstas las supongo por los colores) y espolvoreado en la espuma, pepitas de chocolate y canela. En el fondo, miel que, al mezclar la bebida y probarla, no sentí su sabor completamente, sino más bien una pizca de, como no puede ser de otra forma, endulzante, pero al olerla, percibí aquel aroma gratificante que nos hace sentir acogidos.
Creo que eso es lo que tanto me maravilla del café: tiene ese algo del té con miel en las noches de invierno antes de acostarme cuando tengo dolor de garganta; ese algo que hace desaparecer el vacío, en los malos días, como si invitara al aire a abrazarme ¡Y  lo hace!;  está repleto del calor de los brazos maternos rodeándonos y apretujándonos suave y cariñosamente, o de las manos que son imposibles de confundir sin siquiera mirarlas, sólo por la sensación que nos produce al tacto de ellas cuando, de niños, posaban sobre nuestra espalda y con cuidadosos movimientos se deslizaban de un lado a otro, de arriba a abajo, a veces pasando gentilmente por el cuero cabelludo, casi con picardía.
El café lleva consigo, en todas sus partículas, gotas de amor, ternura e inocencia y, a la vez, depositamos nosotros con cada sorbo hilos de recuerdos que jamás hubiésemos creído añorar tanto, dándole a la infusión un propio significado.
Fye
Escrito el  3/3.
------




Un lunes agitado, la semana completa estuvo repleta de idas y venidas, no sólo en lo que a viaje respecta. Emocionalmente, cada cinco minutos cambiaba mi humor. Sin entrar en detalles, tan sólo voy a llamarla mi "larga semana ciclotímica", y digo larga dado que su comienzo fue el martes pasado.
El lunes, con tan solo dos horas de sueño, viajé por trabajo hasta Hurlingam. Lo que debía llevarme no más de una hora, hora y media como máximo, terminó ocupándome toda la mañana hasta pasado el mediodía. Con hambre, sed, calor, mareada, esperé el colectivo cerca de 20 minutos. Llegué a Morón e hice un par de trámites, dejando la búsqueda de la mochila para lo último. Cuando fui al local, estaba cerrado: "9 a 13 | 15 a 20". Eran las 14.30, así que decidí ir a tomar un café, hacía tiempo ya de la última vez que había ido a una cafetería. Encontré un lugar cerca del negocio, en una esquina diagonal a la plaza, y escogí una mesa que me permitiera verla desde ese ángulo.
Siendo sincera, para ser una persona amante del café, probé muy pocas preparaciones, debo decir, las clásicas: café puro, café con leche, cortado, expresso. Esta vez, decidí comenzar a saborear los diferentes tipos y me decidí por un Frapuccino. Mientras esperaba mi pedido observé la cafetería/heladería. La tabla de las mesas cuadradas y redondas eran de color marrón oscuro con un único soporte negro en el centro que unían a la base, siempre circular, del mismo color. El acolchonado de las sillas estaba confeccionado con cuerina blanca y el respaldo era curvo. Había un pequeño bebedero de color metálico frente a la barra de helados. Pegada a ésta última, hacia el costado, estaba la caja y luego la cafetería. Algo que me sorprendió, fue un cartel con algunos de los servicios que ofrece el lugar y uno de ellos era "¡Servicio de mate!". Primer lugar en el que veo tal cosa.
En cuanto al Frapuccino ¿qué puedo decir? Fue riquísimo. Los pedazos de chocolate semi-amargo estaban cortados a un tamaño que entraban por el sorbete, medio ancho, y te permitía saborearlo con el resto de la bebida. Espolvoreada en la espuma, la canela (que, por cierto, nunca me gustó) le daba un toque dulzón pero a la vez lo cortaba con su textura áspera. En vez de crema, tenía helado de vainilla (por suerte), aunque ¿quién sabe? tal vez hasta le pusieron un poco de crema batida.
No puedo decir que fue el mejor Frapuccino ni el peor que probé, sencillamente porque es la primera vez que pido uno, pero de que fue riquísimo, no tengo dudas.
Fye

No sé por qué, pero los jueves tienen aroma a café. Mucho más, incluso, si llueve y hace un poco de frío ¿Qué mejor para esos días que un café calentito con unas cucharadas de cacao, acompañado de tostadas con manteca mientras se mira una película?
Imagínense sentados en el sofá, cubiertos con una manta para acabar con los escalofríos; la ventana levemente abierta deja entrar el aire fresco con olor a naturaleza mojada; la luz apagada y silencio. Silencio de voces, de tráfico, de los fuegos artificiales fuera de temporada. Lo único que sí se escucha, es el repiqueteo de las gotas sobre la chapa de los techos, el viento cantando libremente su feliz melodía, pues sabe que no tendrá interrupciones ni de bocinas, ni de campanas, ni de nadie. Sólo es él y su clima; y sólo somos nosotros acurrucados en el sillón, con una buena taza de café, disfrutando de su alegría.