Fye
Escrito el  3/3.
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Un lunes agitado, la semana completa estuvo repleta de idas y venidas, no sólo en lo que a viaje respecta. Emocionalmente, cada cinco minutos cambiaba mi humor. Sin entrar en detalles, tan sólo voy a llamarla mi "larga semana ciclotímica", y digo larga dado que su comienzo fue el martes pasado.
El lunes, con tan solo dos horas de sueño, viajé por trabajo hasta Hurlingam. Lo que debía llevarme no más de una hora, hora y media como máximo, terminó ocupándome toda la mañana hasta pasado el mediodía. Con hambre, sed, calor, mareada, esperé el colectivo cerca de 20 minutos. Llegué a Morón e hice un par de trámites, dejando la búsqueda de la mochila para lo último. Cuando fui al local, estaba cerrado: "9 a 13 | 15 a 20". Eran las 14.30, así que decidí ir a tomar un café, hacía tiempo ya de la última vez que había ido a una cafetería. Encontré un lugar cerca del negocio, en una esquina diagonal a la plaza, y escogí una mesa que me permitiera verla desde ese ángulo.
Siendo sincera, para ser una persona amante del café, probé muy pocas preparaciones, debo decir, las clásicas: café puro, café con leche, cortado, expresso. Esta vez, decidí comenzar a saborear los diferentes tipos y me decidí por un Frapuccino. Mientras esperaba mi pedido observé la cafetería/heladería. La tabla de las mesas cuadradas y redondas eran de color marrón oscuro con un único soporte negro en el centro que unían a la base, siempre circular, del mismo color. El acolchonado de las sillas estaba confeccionado con cuerina blanca y el respaldo era curvo. Había un pequeño bebedero de color metálico frente a la barra de helados. Pegada a ésta última, hacia el costado, estaba la caja y luego la cafetería. Algo que me sorprendió, fue un cartel con algunos de los servicios que ofrece el lugar y uno de ellos era "¡Servicio de mate!". Primer lugar en el que veo tal cosa.
En cuanto al Frapuccino ¿qué puedo decir? Fue riquísimo. Los pedazos de chocolate semi-amargo estaban cortados a un tamaño que entraban por el sorbete, medio ancho, y te permitía saborearlo con el resto de la bebida. Espolvoreada en la espuma, la canela (que, por cierto, nunca me gustó) le daba un toque dulzón pero a la vez lo cortaba con su textura áspera. En vez de crema, tenía helado de vainilla (por suerte), aunque ¿quién sabe? tal vez hasta le pusieron un poco de crema batida.
No puedo decir que fue el mejor Frapuccino ni el peor que probé, sencillamente porque es la primera vez que pido uno, pero de que fue riquísimo, no tengo dudas.